“Sucede en muchos ejércitos y administraciones que quien detenta el poder debe no pertenecer a la comunidad que gobierna, de suerte que no experimente sentimientos de ternura o complicidad hacia sus sometidos” — Baudolino, de Umberto Eco
No sé por qué en los últimos meses he perdido horas de mi vida cuestionando el por qué nuestro gobernador, a pesar de su trasfondo, experiencia y ansias de gobernar, proyecta tan alto grado de distanciamiento y frialdad hacia el País y su gente. De hecho, algunos se me han acercado haciéndome esa pregunta, como si el trabajar en el gobierno me capacitara para descifrar el laberinto por el cual parecen trascurrir las acciones y reacciones del gobernador.
Comentarios que van desde recordarles a los que se quejan del costo actual y futuro de los peajes —que siempre tiene otras opciones para llegar a su destino—, hasta pedirles a los que continuamente no tienen electricidad, que tengan paciencia con LUMA, ya que su servicio va a mejorar.
Maestro de la templanza, practicante de la meditación, poseedor de un autocontrol sin límites, estas y otras son las teorías que surgen ante sus actos de ecuanimidad. Me decía alguien cercano a él, que le comentó un día que la gente que pensaba que él dormía mal se equivocaba, que por el contrario, dormía como un bebé aun en los momentos más álgidos de su administración.
Tal vez, como dice Baudolino, tiene la ventaja, por lo menos para algunos, de venir de un Puerto Rico tan distanciado del nuestro, que le permite no perder la calma, ni angustiarse o tener una mala noche. Por eso tal vez le sacó en cara a una periodista hace unos días el hecho de haber visitado más de una docena de pueblos luego del huracán Fiona, como recordándole el gran esfuerzo que significa esto para alguien como él.
En un cuatrienio donde constantemente se le cuestiona la legitimidad de su elección —con un escaso 30 y pico por ciento—, tal vez le conviene ampliar el círculo de “nosotros”, y en un acto contra su propia naturaleza integrar a un mayor grupo de puertorriqueños y puertorriqueñas. Tal vez un enfoque fundamentado en la empatía y el sentimiento más que en la afinidad política le vendría bien a su imagen. Sabe Dios si al final hasta sea capaz de convertirse en narrador de nuestra historia con la cercanía del que narra en primera persona y no en tercera persona como nos tiene acostumbrados.
Volviendo a los espejos, recuerdo aquella cita de Borges resultante de su fascinación con estos: “Estoy solo y no hay nadie en el espejo”. Tal vez ese es el problema, que nuestro gobernador se pierde en la inmensidad de su imagen allí en el Salón de los Espejos.
Por eso, cierro con una recomendación a los encargados del mantenimiento de La Fortaleza: busquen un buen arquitecto que los ayude a convertir el famoso Salón de los Espejos en el Salón de las Ventanas; tal vez así, el gobernador y sus ayudantes sean capaces de ver con mayor claridad el País que les tocó gobernar.
Juan Zaragoza Gómez – Senador PPD
Publicado en 26/10/2022 en El Vocero